domingo, 14 de noviembre de 2010

Sobre las consecuencias de la intoxiación alcholica excesiva

Te despiertas cuando la parte mas luminosa y productiva del día ha terminado. La lengua es una lija con sabor a polvo y tu boca esta seca como una piedra.

Abres los ojos por un segundo pero es un impulso independiente, tu no quieres abrirlos, los cierras y te mientes. Quieres pensar que sigues soñando y que al rato, cuando te despiertes, todo va estar bien.

En el mejor de los casos esta mentira noble te compra un par de minutos mas de sueño pero eventualmente una fuerte carga de orina marrón queriéndose convertir en mierda te obligará a levantarte.

Mientras tragas esta amarga conclusión caes en cuenta de que te duele todo. Te duelen los pies por que sigues teniendo los zapatos puestos, debajo del ombligo tienes un dolor punzante que parece permanente, es la hebilla de tu cinturón que ha intentado matarte. Ay dios, dices, ni siquiera me quite el abrigo.

El reconocimiento de todos estos errores te obliga a visualizarlos. Las imágenes son como las de una película: te ves a ti mismo desde fuera. Estas imágenes no pueden ser recuerdos, son inventos lógicos. La vida, desafortunadamente, sólo puede ser subjetiva. Es evidente: no sabes lo que paso ayer.

En el baño meas por un lapso de tiempo incalculable. El control sobre tu esfínter es nulo. Una ves que le has dado libertad, se soltara y lo que quiera dejar salir saldrá, tu no puedes – ¡ni debes!- hacer nada al respecto.

Aunque evites el espejo, el va ganar. Y sobre su superficie incolora, verás el rostro de un castigo, de un sobreviviente injustificado. Debajo de tus ojos hay dos bolsas que recuerdan a las que tendría un cura pederasta.

Es bueno lavarse los dientes. Cepillar con mucha fuerza generando la mayor cantidad de espuma posible e imaginar que la corona de los dientes se fortalece, la delicada sensibilidad de las encías recibe una sustancia que no le incomoda.

Indipsenable enjuagar con cantidades abundantes de agua, detalle que es un preambulo a lo mas importante de todo: la hidratación. Tener cuidado en los primeros tragos, la sensación de liquido en la garganta puede activar la memoria sensorial y crear la ilusión del veneno ingerido. Por esto es importante, en los primeros tragos, evitar hielos y refrescos – sobre todo si se consumieron la noche anterior.

Es probable que una mala influencia disfrazada de amigo insista, con un tono medio campechano medio pícaro, en que lo mejor es otra cerveza, una michelada bien fría. Es mentira, es prolongar lo inevitable.

Montaigne dice que si los síntomas de la resaca llegaran antes de beber nadie se emborracharía. Pues si, obviamente. Estos sufrimientos son comprobaciones de la naturaleza dual del universo, de su invencible tendencia a balancearse. Como el viejo vendedor repite: en esta vida nada es gratis.

Bañarse es la rehabilitación corporal y la secuela del proceso hidratante. Recordar que la piel tiene bocas, saciar la sed de todos los poros. Tener atenciones con cada parte del cuerpo, sentirse uno mismo, saberse sólo, arrepentido u orgulloso, respetando el silencio y su correspondiente dialogo interior.

Cuando llegue la hora de ir al baño y tener que expulsar, con rasguños, dolor y patetismo, todo lo olvidado anoche en forma de sangre y riñón como arena por el colon, recordar que el romance generado en el alcohol es propia de la memoria y la representación. No es admirable la vida de un borracho. La cotidianidad de los grandes bohemios nunca fue pintoresca.


Puede ser que un grupo de jóvenes persiguiendo la noche sea atractivo como argumento cinematografico o campaña publicitaria, pensemos en las escenas tangibles de esto. Un hombre terco e involuntariamente nefasto que pide siempre otra copa mas. Afuera de un bar cerrado una mujer madura gritando sola, en plena luz del día, con la saliva escurriendo por la boca y embarrándose en la ropa. Esta no es una realidad envidiable o digna. No importan los frutos de su tormento ni las virtudes de su suerte. Mucho se puede ver de la condición humana en los síntomas de la resaca.

Sinceramente,
SEMV

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