sábado, 20 de noviembre de 2010

Castigo Filipino


Cesar Nava, Edgar Villareal, Javier Aguirre, Emilio Azcarraga, Ricardo Salinas Pliego, Rene Bejarano, Andres Manuel Lopez Obrador, Felipe Calderon, Enrique Peña Nieto, Mario Marin, Elba Esther Gordillo, El JJ, Onesimo Cepeda, Sandoval Iñiguez, Norberto Rivera, Juan Pablo II, Loret de Mola, El SME, El Bofo Bautista, Los tres regiomontanos que me querían matar anoche, Carlos Slim, Godoy Toscano, Santiago Creel, Alex Lora, Diego Fernandez de Cevallos, Arturo Montiel, Victoriano Huerta, Gabriela Cuevas y su novio, Ulises Ruiz, Justino Compean, Decio de María.

A todos estos habría que encerrarlos con Manny Pacquiao.

Sinceramente,
SEMV

viernes, 19 de noviembre de 2010

On Harold Bloom

Michael Rose has said:

"When reading Harold Bloom, you get the impression of an extremely sad man burdened with the unfortunate certainty that he is always right."


Well said, Mike.

Sinceramente,
NMMP

jueves, 18 de noviembre de 2010

El Pobre Diablo

Tiene la cara de un diablo estúpido o de un pobre demonio corriendo a mil por hora o de un kamikaze con mala puntería. Es gordo y moreno y está lleno de pelo. Si se quita los pantalones cuesta trabajo verle la verga o el culo por la cantidad de pelos que tiene. La barba le crece desde los pómulos y el pelo de su cabeza abarca la mitad de su frente. Siempre está sonriente y siempre está mintiendo. Tiene veintitrés años y se llama Lauro.

El mal tiene una estrecha relación con la mentiras, es por eso que algunos vemos en ellas siempre algo de muerte e intentamos olvidarlas u olvidar que son mentiras. Lauro es un mitómano y lo ha sido desde muy pequeño.

El padre de Lauro es de mala reputación. Hay señoras de mucho dinero que escondidas en sus fortalezas de jardines, sirvientes y murallas aseguran que el padre de Lauro fue prostituto de joven. Dicen, bajando un poco el tono de voz, que no distinguía entre hombres y mujeres, que todos podían ser sus clientes. Dicen que siempre estaba drogado en las fiestas, que toda la vida fue un gigoló y vivió de sus mujeres; primero de su madre, después de una novia, después de su primera esposa y después de la segunda. Tuvo hijos con las dos esposas y uno con la novia de antes. Lauro era producto del segundo matrimonio, el mas chico de todos.

Cuando Lauro tenía siete años su papa lo llevaba a dar vueltas en el coche de su madre, ponía un casette de Luis Miguel y prendía un porro. Le contaba todo tipo de historias; de sus días como gurú de publicidad en Los Ángeles, de las muchas novias que tuvo antes de su mama, de cómo le gustaba dormir con su mama, de muchas cosas, y al cabo de muchas vueltas y otro porro, el padre de Lauro se cansaba y se paraba en el restaurante de un amigo para comer.

Años mas tarde Lauro llego a cuestionarse la veracidad de estas historias pero sin demasiada consciencia desistía rápidamente.

Lauro siempre fue muy curioso y muy travieso. Durante la pubertad, se vio involucrado en múltiples cizañas que terminaban en golpes sin que el participara. Era muy listo (mucho más que sus amigos) y nunca salió lastimado.

Lauro perdió la virginidad a los quince años con una niña dos o tres años mas grande llamada Nayeli. Una niña de origen humilde que llevaba dos años cojiéndose a pubertos adinerados sin saber realmente muy bien por qué. Vivía sola con su hermano, de ves en cuando su papa les mandaba dinero y a veces les ayudaba una tía.

Fue a casa de Lauro pensando que había una fiesta por que eso le había dicho Saúl por teléfono. Eso era lo que siempre le decía Saúl y cuando llego también se encontró con lo de siempre: Saúl y tres amigos borrachos. Le dijeron que todavía no llegaba la gente pero que se tomara una cuba y se la tomo y paso lo de siempre, se emborrachó y Saúl se puso de pie, se bajo los pantalones y le dijo:

- Verdad que la tengo bien grandota Nayeli. Chúpamela.

Y entonces Nayeli, sin saber muy bien por qué, se ponía a chupar la verga de Saúl. Cada cierto tiempo descansaba, le servían un vaso con tequila, le daba un trago y continuaba. Lauro miraba todo en el sofá de enfrente muy excitado. Moviendo los pies, apretándose la verga hasta levantarse y decir:

- Ven Nayeli, te quiero enseñar mi cuarto.

Lauro tiene una imagen muy baja de sí mismo. No le gusta pensarlo porque siente ganas de pedir perdón; a su mama o a sus amigos o a su perro. Pero eso de pedir perdón es una idea horrible de pensar, a Lauro no le gusta pedirle disculpas a la gente, tampoco le gusta mucho dar las gracias, aunque eso sí lo hace todo el tiempo, hasta cuando un niño pobre se acerca a su enorme camioneta y estirándole la mano le dice:

- Me da un peso por favor

Y Lauro siente una llama de culpa encenderse entre sus pulmones, la apaga rápidamente con un automático y despistado

- No tengo…gracias.

Lauro es un tipo orgulloso. No le gusta perder y es muy desconfiado. A mi nadie me hace pendejo, dice frecuentemente.

Lauro asume, entre muchas otras cosas, que sus amigos son como él. No se la cree si uno de ellos se porta amable con alguien mas, tampoco se la cree si alguien le protesta alguna insolencia. Lauro estÁ convencido que ellos la cometerían tanto o peor que el.

Pero sobre todas las cosas Lauro es un seductor. Es dueño y creador de un acto infalible. Vestido de colores combinados, oliendo a dos lociones diferentes y con una sonrisa inmensa, Lauro siempre conquista a quienes conoce. Les cuenta todo tipo de historias, y las cuentas con tal detalle que es imposible cuestionar su credibilidad. La verdad es que, en el mejor de los casos, las anécdotas de Lauro son exageraciones, y en la mayoría de las ocasiones son mentiras o robos de narraciones ajenas.

Un día Lauro es detenido por la policía mientras compra 500 gramos de marihuana a su dealer de cabecera, un tipo al que incluso ha invitado de fiesta y en la eufÓria de las tres de la mañana le ha asegurado quererlo mas allá de su relación comercial, que lo ve como un amigo y entiende perfectamente las condiciones de vida que lo llevaron a vender drogas y que puede confiar en el, que no por ser güerito es puto.

Los Policías encuentran los 500 gramos de marihuana en la mochila de Lauro y mil pesos en los bolsillos del dealer, dicen:

-Uy Guerito, ¡esta sí te va salir cara!

Con tranquilidad Lauro se baja del coche y olvidando toda calidez le dice al dealer que se quede en el coche. Se aleja un poco de la puerta con el policía, le sonríe, le da la mano y se presenta:

- Hola oficial, soy Lauro Gamboa. No queremos hacer esto un problema muy grande ¿Verdad? Escúcheme un segundo por favor, Mi tío es el procurador y no quiero tener que molestarlo a estas horas, tengo mil pesos en mi cartera y le puedo decir donde vive el joven que está sentado en mi camioneta y ahí pueden encontrar muchas cosas. ¿Qué le parece? No queremos hacer esto un problema muy grande ¿Verdad?

Lauro se salva tras pagar un poco mas de lo que había dicho por hacer el ridículo fingiendo una llamada a su inexistente tío.

Días después, en un aula universitaria donde un profesor habla en vano, piensa en el dealer y sospecha sentir dos cosas. Primero un poco de miedo: ¿Y que si ese cabrón viene por mi? Se muerde las uñas por un rato. No, no, no, pura paranoia. Nunca le dije mi nombre. Entonces entra la culpa pero es repentina, la tranquiliza, concluye que la culpa, en realidad, es de ese pendejo por andar jugando con fuego.

Sinceramente,
SEMV

miércoles, 17 de noviembre de 2010

The Digital Panopticon

Omnipresent, omniscient, omnipotent camera — It does not matter whether it is God, your bodyguards, your father or Big Brother who is watching —your behavior will change if you are aware that you are being observed. Moreover, if the man behind the camera is a judge with the ability to promote you or demote you on the basis of your performance, the change in your behavior will, in all likelihood, be directed towards pleasing this figure of authority. Under constant surveillance, your life becomes a permanent act of theatre —you no longer live for the sake of living, you exist only to please the camera.


Your life in an open source dossier —Let us imagine a science fiction scenario: a large corporation creates a great Archive of Lives, and private citizens are invited to submit dossiers with information about themselves. When you agree to participate, you are asked to include a brief biography, a selection of interests, a few favorite movies. It is requested that you define your political and religious views in one or two words, and that you declare your sexual orientation. You are also asked to indicate your level of education, your workplace, and whether you are desperate for a hookup or looking the love of your life. Your dossier is to include a list of people whom you consider your friends; they will be able to see your file at will. Finally, you are given the opportunity to include photographs of yourself and of others associated with you. All of these components will be cross-listed with those of other informants, to create a great network that will eventually provide a precise map of the relationships between all mankind.


Disconnect, and stay connected — So reads the advertisement campaign of a major Internet provider. It has the uncanny paradoxical ring of “War is Peace” and “Freedom is Slavery.” The prevalence of smart-phones and slogans like this are indicative of the social climate regarding Internet communication: no matter where you go and what you do, stay in touch. The pressure to maintain a constant flux of information to and from the hive-mind is growing. Stay updated, says the friendly machine, and make sure to keep me updated too.


Re(Omnipresent, omniscient, omnipotent camera) —Orwell and others have imagined a world in which a totalitarian state placed cameras everywhere, thus allowing for permanent vigilance over the actions of all citizens. They were mistaken —the cameras have not been fixed by the state in specific locations. Rather, it was the citizens themselves who were given immense amounts of digital cameras —often times as part of their smart-phones. It was not even necessary to tell give them any further instructions; out of their own accord they began to constantly photograph and videotape each other.


The Digital Panopticon —It all comes together in Facebook. In the digital age, Bentham’s Panopticon has been inversed —instead of having a single guard constantly observing all the prisoners, we have each prisoner locked up in a mirrored cage, under the perpetual gaze of all of the other prisoners. You watch as part of an anonymous crowd, and are in turn watched —and the crowd is judging you. The most terrifying part of the whole ordeal is that it did not happen due to some well-executed plan devised by a powerful government. Facebook appeared almost spontaneously, a product of our social trends. The digital age has brought on social totalitarianism —and we did not eve notice.


Sinceramente,

NMMP

La Ruta Siete

Janet estudió antropología en una pequeña universidad del estado de México. Tiene 26 años y trabaja como cuidadora en un camión de trasporte escolar privado. Es un camión amarillo y moderno. El número siete.


Salen de muy lejos, pero el chofer la recoge debajo de un puente peatonal en viaducto que le regala media hora mas de sueño. Pasa por ella a las cinco y media de la mañana. Cuando sale de su casa hace frío y le da miedo.


El primer alumno se sube a la seis. Vive en la Anzures. Es un niño de cinco años que se sube con los ojos cerrados y duerme nada más tocar el asiento. Su madre saluda a Janet amablemente. A Janet le cae bien por que a los demás niños pequeños, sobre todos a los últimos, no los acompañan sus mamas.


Recogen a muy pocos antes de subir por la carretera. Por lo general los niños están tranquilos y el chofer tiene la ventana abierta y van rápido y a Janet le gusta como la golpea el aire frío en la cara, cierra los ojos.


Cuando entran a los suburbios el camión se empieza llenar rápido. Esta es una zona donde todos son vecinos, piensa. Llegan a la escuela y son el último camión, la directora esta en la entrada intentando sonreír a todos los alumnos.


Durante el día Janet trabaja sacando copias en la biblioteca o limpiando los laboratorios. Prefiere lo segundo por que puede ver a los animales dentro de los frascos. Un borrego pequeñísimo, uno que nunca nació, encubado con un liquido transparente en un recipiente parecido al de la mermelada pero mas grande. También le gusta el esqueleto y el cráneo, del segundo quiere saber si es de verdad, no se atreve a tocarlo.


Los camiones salen a las dos. Hay un hombre gordo y rosa que coordina todo el movimiento que parece un desalojo militar. Un guardia de seguridad para el trafico con un chaleco y una señal de alto. Los camiones pasan, uno tras otro, imponentes y amarillos, frente al transito desesperado que sólo puede mirar.


Cuando el camión ya esta vacío y llega a ese nudo horroroso frente a los cines de Tacubaya, donde abunda el sopor y el ruido de cláxones, Janet saca las copias que hace en la escuela cuando no la ven. Hay un libro de los Mazahuas que esta leyendo. Cada día saca diez copias. El chofer prende el radio y ella se pone a leer y a subrayar lo que mas le interesa.


Janet lleva el pelo recogido en una cola de caballo larga y negra, también tiene los ojos negros y grandes. Durante toda su vida hizo mucho deporte, tiene las piernas fuertes y las caderas grandes. Los labios parecen siempre estar dando un beso y se pinta las uñas de colores diferentes todos los días. Hay mas de un chofer que intenta diariamente invitarla a salir.


Los alumnos mas grandes del camión la molestan. Cuando les dice que se sienten se ponen de pie, y cuando no esta viendo se cambian de lugar. Los de trece años avientan cosas por la ventana a otros coches. En los asientos delanteros hay un niño y una niña de diez años que amarran un suéter entre los asientos para bajarse los pantalones y mirarse con mas privacidad. Janet no entiende de esto, pero sabe que si lo permite y alguien se entera la corren.


Hay un alumno particularmente molesto. Se llama Diego y tiene dieciocho años, es alto, guapo y fuerte. Los viernes se sube al camión con aliento alcohólico e intenta bromear con el chofer hablándole de futbol. Después, como si fuera cada ves más chistoso, le pregunta, con una mezcla de lambisconeo y burla, que cuándo lo va acompañar de peda, que cuándo se van por unas perras y que en una de esas y hasta invitan a la Janet. Se ríe mientras se aleja por el pasillo, Janet pretende no escuchar.


Un día mientras Janet pasea por los muebles de la biblioteca se encuentra con la imagen de Diego besando apasionadamente a otro alumno menor que el, de unos quince años; un chico bajito y de pelo muy rubio, casi albino, de piel blanca y ojos azules, vistiendo unos pantalones deportivos pegados y con algún letrero en ingles bordado sobre una de las piernas. Janet se da la vuelta instintivamente y camina hacia al otro lado, no puede evitar reírse.


Al día siguiente por la mañana, justo después de que los alumnos abandonan el camión, Janet verifica los asientos y descubre a Diego durmiendo en la ultima fila. Lo despierta tocándole una pierna y este reacciona de inmediato tomándola del brazo con fuerza y jalándola. Janet se espanta, abre los ojos con horror e intenta gritar pero Diego le tapa la boca con fuerza. Le dice: ¡Shhhh! ¡Tranquila! No te voy a hacer nada, sólo no le digas a nadie lo de ayer, por favor, te juro que no vuelvo a armarte un solo pedo aquí pero no le digas a nadie, te lo imploro.


Diego suelta a Janet que sigue asustada y no puede hablar muy bien. Diego se disculpa agregando que no sabía como pedírselo. Janet baja la cabeza, el le sigue pidiendo perdón al mismo tiempo que le pregunta si puede confiar en ella. Mirando al suelo y con ganas de llorar del susto, Janet asiente en silencio.


Sinceramente,

SEMV

Indiana Jones y el Anti-intelectualismo Americano

Al elegir una temática de “libro de la selva” para una película de acción protagonizada por un catedrático de arqueología, los productores de Indiana Jones se topan con un problema: ¿cómo superar la representación, tradicional en ese género, del profesor como un ente ridículo, impráctico, e incapaz de valerse por si mismo? Desde el Profesor Challenger, de Arthur Conan Doyle, hasta el Profesor Porter, inmortalizado por Edgar Rice Burroughs, pareciera que todo profesor que se digna a poner un pie en la selva —o fuera de las universidades, incluso— está condenado a toda suerte de tropiezos, errores y desatinos. Completamente desconectado de la realidad, el Profesor es blanco fácil y adecuado para toda clase de burlas. Pese a que incluso el Dr. Jones cae presa de varios momentos de slapstick comedy, los productores de Raiders of the Lost Ark rescatan a su personaje principal de esta triste suerte mediante la creación de un tipo hibrido: Indiana Jones es, a partes iguales, profesor de arqueología y cowboy.

La primera pista de los orígenes western del Dr. Jones está en su indumentaria. Ataviado con chaqueta de cuero, botas, camisa de trabajo y sombrero de fieltro y ala ancha; no resulta difícil imaginar a Jones trabajando en algún rancho en Montana o guiando una diligencia hacía California. Aún más significativo, sin embargo, es el látigo: objeto que a un tiempo hace referencia a otro mito mediático asociado con el Oeste americano —el Zorro— y parece resaltar la ausencia de caballos y ganado. El nombre mismo del Profesor Jones puede leerse como evidencia de su naturaleza vaquera: Indiana es uno de los primeros estados occidentales de la Unión Americana, el inicio y punto de partida del midwest.

La presencia de elementos cowboy en el personaje de Jones permiten también una completa americanización del personaje. Jones presenta gran parte de los elementos del americano ideal retratado por Emerson en Self-Reliance y The American Scholar —cultivado en mente y cuerpo, listo siempre para la acción, estoico, valiente, leal, capaz de valerse por sí mismo y cargado con un profundo sentido del deber. Estas mismas características son lo que separa a Jones de René Belloq, su archirival en Raiders. Con típica francofóbia americana, Belloq es retratado como un dandy inmoral, excesivamente refinado, y dependiente de una multitud de esbirros —Indígenas sudamericanos, soldados Nazis— para llevar acabo sus propósitos. Se podría incluso decir que Belloq representa una parodia de otra variación del tema del intelectual aventurero: la presentada por Malraux en La Voie Royale. Con su aparente rechazo de toda moral y su risible comparación del Arca de la Alianza con “un radio para hablar con Dios,” Belloq se convierte en una sátira de la angustia existencial sufrida por Claude y Perken en la novela de Malraux.

Así pues, es posible decir que Indiana Jones, con su nombre geográfico y su atuendo de caballerango, representa una síntesis de dos grandes mitos mediáticos que han permeado la cultura popular estadounidense a lo largo del siglo veinte: el profesor y el cowboy. Sin embargo, parece que las características de cowboy resultan más prevalentes que las profesorales —Jones se siente mucho más cómodo en su uniforme de vaquero que en su traje de tweed. Quizás sea posible extraer una conclusión sobre la cultura norteamericana: el anti-intelectualismo recalcitrante de los estadounidenses, descrito ya por Alexis de Tocqueville en la primera mitad del siglo XIX, requiere que todos los héroes americanos, si quieren salvarse de una ridiculización sin piedad, compensen sus intereses académicos con altas dosis de ruggedness.


Sincerametne,

NMMP

domingo, 14 de noviembre de 2010

Continuación II

Confesión III


—y entonces esta conocida a la que me cuesta trabajo reconocer me toma del brazo, y me guía hasta la sala, hablándome palabras confusas sobre cuánto me ha extrañado, sobre cómo debí haberle escrito más, sobre el olvido insufrible en el que la he sumido —e inconsciente de su crueldad me hace preguntas para las que no tengo respuesta —y forzado por aquella maldita cortesía de la que pensaba haberme recuperado balbuceo por respuesta cualquier vaguedad apologética —y mis palabras me suenan huecas, falsas —meros gruñidos que no hacen referencia a nada, sonidos sin significado —porque hay un abismo inmenso entre lo que María me dice, y lo que yo oigo, y lo que le respondo, y lo que ella escucha —y un abismo todavía mayor entre lo que le digo y lo que me gustaría decirle, entre lo que ocurre afuera y lo que ocurre dentro —porque dentro de mí, ahora caigo en cuenta, se desarrolla la batalla del ser contra el tiempo, en la que la idea aterradora de que el mundo desaparece cada momento y es recreado cada instante se torna peligrosamente verosímil —volver a la patria de los diecisiete después de vivir otra vida ha deshilachado en mí el velo del autoengaño constante de la consciencia —y así desde que bajé del avión he descubierto que la realidad sólo existe precariamente, sostenida por alfileres entre las nadas paralelas del pasado y el futuro —y es por esto, porque volver ha desatado dentro de mi la gestación de esta batalla intolerable, tumor metafísico en metástasis que va creciendo como un embrión enfermo desde que puse pie de nuevo en este maldito país —es por esto que el órgano de la memoria verdadera, la involuntaria, me hace una falta terrible —porque es solamente a través de la memoria que podemos tender un puente de ser hacía el pasado, establecer algún tipo de puente, de continuidad —y es por esto mismo que ver esta casa y estos rostros de nuevo, o más bien ver esta casa nueva y estos rostros nuevos donde antes estuvieran los otros, ha conseguido producir en mí la sensación de insensibilidad que me ha llenado —ni siquiera está a mi alcance la tristeza, porque para el luto hace falta ser la misma persona antes y después de la muerte, y yo no soy el que era cuando Mariano vivía —y María no es la misma que era cuando yo la deseaba—


Sinceramente,

NMMP

Sobre las consecuencias de la intoxiación alcholica excesiva

Te despiertas cuando la parte mas luminosa y productiva del día ha terminado. La lengua es una lija con sabor a polvo y tu boca esta seca como una piedra.

Abres los ojos por un segundo pero es un impulso independiente, tu no quieres abrirlos, los cierras y te mientes. Quieres pensar que sigues soñando y que al rato, cuando te despiertes, todo va estar bien.

En el mejor de los casos esta mentira noble te compra un par de minutos mas de sueño pero eventualmente una fuerte carga de orina marrón queriéndose convertir en mierda te obligará a levantarte.

Mientras tragas esta amarga conclusión caes en cuenta de que te duele todo. Te duelen los pies por que sigues teniendo los zapatos puestos, debajo del ombligo tienes un dolor punzante que parece permanente, es la hebilla de tu cinturón que ha intentado matarte. Ay dios, dices, ni siquiera me quite el abrigo.

El reconocimiento de todos estos errores te obliga a visualizarlos. Las imágenes son como las de una película: te ves a ti mismo desde fuera. Estas imágenes no pueden ser recuerdos, son inventos lógicos. La vida, desafortunadamente, sólo puede ser subjetiva. Es evidente: no sabes lo que paso ayer.

En el baño meas por un lapso de tiempo incalculable. El control sobre tu esfínter es nulo. Una ves que le has dado libertad, se soltara y lo que quiera dejar salir saldrá, tu no puedes – ¡ni debes!- hacer nada al respecto.

Aunque evites el espejo, el va ganar. Y sobre su superficie incolora, verás el rostro de un castigo, de un sobreviviente injustificado. Debajo de tus ojos hay dos bolsas que recuerdan a las que tendría un cura pederasta.

Es bueno lavarse los dientes. Cepillar con mucha fuerza generando la mayor cantidad de espuma posible e imaginar que la corona de los dientes se fortalece, la delicada sensibilidad de las encías recibe una sustancia que no le incomoda.

Indipsenable enjuagar con cantidades abundantes de agua, detalle que es un preambulo a lo mas importante de todo: la hidratación. Tener cuidado en los primeros tragos, la sensación de liquido en la garganta puede activar la memoria sensorial y crear la ilusión del veneno ingerido. Por esto es importante, en los primeros tragos, evitar hielos y refrescos – sobre todo si se consumieron la noche anterior.

Es probable que una mala influencia disfrazada de amigo insista, con un tono medio campechano medio pícaro, en que lo mejor es otra cerveza, una michelada bien fría. Es mentira, es prolongar lo inevitable.

Montaigne dice que si los síntomas de la resaca llegaran antes de beber nadie se emborracharía. Pues si, obviamente. Estos sufrimientos son comprobaciones de la naturaleza dual del universo, de su invencible tendencia a balancearse. Como el viejo vendedor repite: en esta vida nada es gratis.

Bañarse es la rehabilitación corporal y la secuela del proceso hidratante. Recordar que la piel tiene bocas, saciar la sed de todos los poros. Tener atenciones con cada parte del cuerpo, sentirse uno mismo, saberse sólo, arrepentido u orgulloso, respetando el silencio y su correspondiente dialogo interior.

Cuando llegue la hora de ir al baño y tener que expulsar, con rasguños, dolor y patetismo, todo lo olvidado anoche en forma de sangre y riñón como arena por el colon, recordar que el romance generado en el alcohol es propia de la memoria y la representación. No es admirable la vida de un borracho. La cotidianidad de los grandes bohemios nunca fue pintoresca.


Puede ser que un grupo de jóvenes persiguiendo la noche sea atractivo como argumento cinematografico o campaña publicitaria, pensemos en las escenas tangibles de esto. Un hombre terco e involuntariamente nefasto que pide siempre otra copa mas. Afuera de un bar cerrado una mujer madura gritando sola, en plena luz del día, con la saliva escurriendo por la boca y embarrándose en la ropa. Esta no es una realidad envidiable o digna. No importan los frutos de su tormento ni las virtudes de su suerte. Mucho se puede ver de la condición humana en los síntomas de la resaca.

Sinceramente,
SEMV

jueves, 11 de noviembre de 2010

Carpentier

Lo diré una sola vez, para no gastar en repeticiones insensatas la sonoridad de una verdad que me ha sido revelada, y que debería hablar por sí misma:


Alejo Carpentier es Dios, y Roberto Bolaño es su Profeta.


Sinceramente,

NMMP

miércoles, 10 de noviembre de 2010

On Cynicism

This strange notion of regarding yourself with such wreckless transparency!

To understand the beast within
To tempt darkness with stiff bare hands.

To bleed disgust
To baffle fear
To ramble through doubt
To forget despair.


Boast on
Run Away
Horse of might.

Sincerly,
SEMV

martes, 9 de noviembre de 2010

Aforismo Paradóxico

Sobre las grandes ideas —Toda idea que pretenda abarcar a todas las demás ideas es necesariamente falsa.

Sinceramente,
NMMP

lunes, 8 de noviembre de 2010

Aforismo: el Norte y el Sur

Change in the weather, change in the sea —With changes in the weather come changes in the heart —this is why northern climates, with their changing seasons, are better suited to schizoid lifesytles than the lands between the tropics, which, with their eternal half-summers, only know two states of mind: the boredom of rain and the anxiety of drought. The north is the land of neurosis; Mexico is the land of fury —in the north murderers let pearls of arsenic fall in the cups of coffee of their victims, while in the south (and the widow of Leo Trotsky bears witness of this) the preferred method is an ice pick driven into the skull, or fifty stabs in the heart of the adulteress.



Sinceramente,
NMMP

domingo, 7 de noviembre de 2010

Continuación

Confesión II

—y entonces la vieja puta habla, con aquella voz nasal de actriz de película muda que tantas fiestas nos aguara a mi hermano y a mí, en su tono perpetuo de reproche exasperado:

—Te estábamos buscando. Nos habían dicho que estabas en el recibidor.

y me esfuerzo por sentir odio o desprecio por aquella voz, pero me sorprendo incapaz de todo salvo una tibia indiferencia; y la sorpresa es tal que quedo congelado a mitad de la escalera; mirando a estas dos extrañas conocidas, a estas mujeres tan diferentes que sin embargo comparten el nombre, estas dos iteraciones contradictorias de la eterna María Negrete —sin saber qué decir o cómo decirlo, como si los años en el norte hubieran borrado de mi boca la gramática de la lengua de mi madre —y al adivinar mi desconcierto, María la Joven deja crecer su sonrisa triste hasta que las comisuras de sus labios finos acarician el borde de sus pómulos prominentes y lisos —se trata de la boca de mis primeros deseos, la boca otora soñada, imaginada infinitas veces como la cosa más dulce que el universo esconde; la boca jamás besada, y que hoy me parece tan poco deseable como los gélidos labios de una estatua de mármol —María la Joven sonríe y avanza unos pocos pasos hasta llegar al pie de la escalera, en tácita invitación a que me acerque; y entonces, movido no sé si por una cortesía aprendida a fuerza de tropiezos, o quizás por un reflejo surgido de las ruinas de un deseo enloquecido que ha muerto pero ha dejado profundas huellas, mis pies avanzan hasta llegar a ella —y con inesperada soltura ella me abraza y me planta un falso beso en la mejilla, en el más mexicano y más burgués de los gestos; y se separa de mí y me toma de los hombros y me mira a los ojos con aquella misma sonrisa, sacudiendo la cabeza levemente —y la encuentro triste y ya no tan niña —y estoy por decirle algo cuando ella me le el pensamiento y se me adelanta y dice:

—Estás muy cambiado.


Interrogatorio II

Villalobos llegó pocos minutos después, acompañado de otros dos oficiales y del mayordomo. La luz de la oficina era más brillante que la del incendio, así que Rodríguez podía distinguir perfectamente las caras de los recién llegados sin que estos pudieran percibir otra cosa que una luz cegadora, de nave alienígena o aparición celestial.

—Pase, por favor. —dijo Rodríguez con suavidad, al ver que nadie tomaba la iniciativa.

El mayordomo, un hombre mayor y de corta estatura, miró a Villalobos con ojos implorantes. Al no encontrar la menor simpatía, el viejo bajó la cabeza, manso animal domesticado, y subió a la camioneta con dificultad. Apenas hubo puesto pie dentro, Villalobos azotó la puerta detrás de él. Sobresaltado, el viejo torció el cuello como por instinto, buscando una salida. Cuando volvió el rostro, el detective le descubrió una expresión de absoluta desesperanza y resignación infinita que, más que lástima, le provocó asco.

—Siéntese. —dijo Rodríguez con suavidad ensayada, señalando con la mano una silla de plástico del otro lado de la mesa.

El viejo suspiró y se acercó muy despacio. Contra el piso de metal, sus zapatos de vestir resonaban como truenos en miniatura, inofensivos: los cañones de un ejercito de soldados de plomo. Se dejó caer sobre la silla de plástico. Tenía la camisa de vestir ennegrecida por el humo, el rostro lleno de arrugas y la piel de los brazos cubierta de manchas de sol. Una ruina humana, pensó Rodríguez, una derrota andante.

Con gestos lentos, el detective encendió la grabadora.

—Me va a permitir que le haga unas preguntas. —dijo Rodríguez con sequedad, omitiendo el signo de interrogación al final de la pregunta.

El viejo cerró los ojos y suspiró, asintiendo como un buey bajo el arado.

—Bien. En primer lugar, ¿cuál es su nombre?

Entre dientes, el mayordomo murmuró algo incomprensible.

—Hable con claridad, por favor. —con cortesía pero sin cordialidad.

—Enrique Bustamante. —repitió el mayordomo, como quien admite un hecho vergonzoso.

—Por favor, describa en qué capacidad se encontraba usted en el domicilio al momento del siniestro.

—Mayordomo.


Sinceramente,
NMMP

viernes, 5 de noviembre de 2010

Comienzo II

Frente a la noche oscura, la casa ardía; y el silencio de la madrugada se desplomaba, destrozado por los alaridos de decenas de sirenas y alarmas. Frente a los ojos hambrientos de luz de los vecinos, la casa legendaria se quemaba, y las llamas, casi blancas de tan rojas, parecían tocar el cielo y tragarse las estrellas.


De pie al otro lado de la calle, el detective Ignacio Rodríguez miraba la escena con un cigarrillo en la boca, pensando que en todo aquello había algo de la belleza de un naufragio visto a lo lejos. Rodríguez intentó imaginar los gritos, los empeños desesperados por abrir una puerta bloqueada por el colapso de algún objeto anónimo e inmovible; o tal vez la resignación triste, casi cobarde, en algún rincón del último piso. Sí, no cabía duda, había algo hermoso en el incendio de aquella casa enorme y ridícula, algo que sugería la justa retribución de un Dios iracundo contra la infinita arrogancia de sus constructores. Ignacio Rodríguez, sin embargo, no creía en Dios, y su principal afán en ese momento no era la contemplación estética del esplendor de la catástrofe, sino descubrir si había sobrevivientes. Encendiéndose otro cigarrillo, descubrió entre las sombras la figura de Daniel Villalobos, detective también, acercarse corriendo desde donde se escondían las ambulancias.


—La vieja, la cocinera y el mayordomo están todos vivos —dijo el recién llegado, sin aliento. —Faltan la hija y el archivista.

—¿El archivista? —preguntó Rodríguez.

—Sí, —resopló el otro, con la espalda encorvada y las manos sobre las rodillas, en actitud que recordaba a un futbolista amateur —aparentemente contrataron a un cabrón para que revisara unos documentos, y el tipo estaba adentro al comenzar todo. Nadie lo ha visto salir, ni tampoco a la niña.

—Ya. ¿Alguno está como para hablar?

—La cocinera está inconsciente y la vieja, histérica; pero el mayordomo aguanta. ¿Te lo mando?

—Por favor —respondió Rodríguez, lacónico.


Villalobos asintió y volvió por dónde había venido. Rodríguez lo miró con desprecio por un momento, maldiciendo en voz baja. Tornó los ojos al fuego y poco a poco, con desgana, terminó de fumar. Con un chasquido de los dedos lanzó la colilla al aire, en dirección a la calle. La pequeña luz roja brilló por un instante sobre el asfalto, un diminuto fragmento del incendio, y desapareció poco después. Se dirigió a la camioneta con las manos en los bolsillos y arrastrando los pies. Al llegar encontró la puerta abierta. Trepó con un crujir de rodillas, y se sentó detrás de una pequeña mesa plegable. Tras tentar un momento en la oscuridad, dio con el apagador. De súbito, la oficina se vio llena de una luz blanca y abrasiva, producto de un foco de halógeno que el departamento no se había molestado en cubrir con ninguna clase de pantalla. Los ojos de Ignacio Rodríguez tardaron un momento en acostumbrarse al brillo artificial, que daba a las paredes metálicas un aire estéril de morgue o quirófano. El detective se aseguró que la grabadora funcionaba y, cruzando los brazos, esperó.


Sinceramente,
NMMP

jueves, 4 de noviembre de 2010

Nostos

Llega a la ciudad de México al mismo tiempo que el otoño. Las noticias en los periódicos hablan de 100 muertos descubiertos en una fosa en Culiacán y un jugador del Cruz Azul que cumple las expectativas y una nueva película de los errores patrios.

Hace dos años que se fue. En el avión, a su lado, hay una italiana y habla con ella por 8 horas e intentan dormitar otras dos cruzando las piernas. Al final intercambian correos. En el taxi que lo llevaba a casa Virgilio se arrepiente de haberle mentido a la Italiana. Un par de detalles aquí y allá.

Llega a su casa. Hay una nota de su madre que dice:
Te deje comida en el refrigerador y dinero en la caja roja. Cuídate. Te quiero.
Tu Mama
Su madre estará por dos semanas en el extranjero por motivas laborales. Se siente muy mal de no poder estar en casa pero también sabe que así habrá menos problemas.

Cuando Virgilio ve a sus amigos se siente incomodo pero tras años de experiencia en la comunidad a la que ahora vuelve, logra fingir con éxito la euforia de reencontrarse con viejos amigos. Personas cuyas caras han cambiado sin necesariamente sufrir ninguna adulteración física en la piel. Virgilio piensa que son como voces que se repiten y cuando se emborrachan y ríen parece que lloran.

Uno de ellos le comenta sobre la fiesta que habrá esa noche. Le dice que va estar muy buena y que tiene que ir, que ahí va estar mucha gente que lo quiere y que no sea mamón y se deje consentir, se la va pasar bien, pero eso si, tiene que advertirle, es muy probable que este ella.

Se preocupa en ponerse las botas, la camisa y el saco. Se mira en el espejo y piensa en lo que esta haciendo. Un acto de vanidad grotesco, piensa intentando humillar un impulso honesto.

Virgilio no la pasa muy bien en la fiesta. Esta nervioso y le cuesta trabajo seguir las conversaciones de las caras sonrientes que le platican. No resiste a los nervios y bebe un poco. Se había prometido a si mismo no hacerlo. Piensa que es mejor irse de ahí y llamar por teléfono a su amigo, acuerdan en la esquina que tiene delante, ahí, detrás de toda la gente.

Virgilio enciende un cigarro. Camina viendo al piso. Se siente observado por que sabe que esta cerca y ella quizás (ojala!) también sepa que el esta cerca. Un borracho se cae enfrente de el, lo rodea, sigue adelante y levanta la cabeza y ve a una conocida, otra y ella. Ella mas guapa que nunca. Ella mas guapa que nunca, piensa mientras acelera el paso. Ya no puede pensar mas. Hay una situación que debe resolverse y un hombre ha de hacer lo que tiene que hacer. No hay nada mas. Camina mas rápido. Saluda a la cara conocida, después a una gordita con pecas y al final esta ella. Le da un abrazo.
Hola
Hola
¿Como estás?
¿Bien y tu?
Bien gracias. No sabía que habías llegado.
Llegué el lunes.
¿Y hasta cuando te quedas?
Hasta el 19.
¿Con quién vienes?
Con Alejandro que me esta esperando ahí.
Bueno.
Que estés bien.
Igualmente.
Y da un paso fuerte exhalando el humo de una nerviosa calada. Que miedo, que amargo puede ponerse esto, piensa mientras se va.
Llega a su casa. Se mira en el espejo. Piensa en voz alta.
Mírate.
Cabrón.
Al final de todo quedaste así.
Cuando se va dormir sueña con ella. Sueña que están sentados en una playa al otro lado del mundo viendo una tormenta eléctrica. No se despertará en catorce horas.

Sinceramente,
SEMV

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Comienzo

Hace tanto que no vengo, y ahora, después de tantos años, la casa parece un cementerio —toda vacía, toda llena de muerte, y, paradójicamente, llena de vida: en las paredes crecen hongos, entre los adoquines del patio estallan yerbajos, decenas de especies de insectos se reproducen entre los libros de la biblioteca —pero la casa está muerta, irremediablemente muerta: toda la luz se ha marchado: ya no queda nada del resplandor matutino, refractada mil veces en los incontables candelabros del comedor, que alguna vez iluminara los rostros durante los desayunos monumentales de ciertas mañanas de domingo; nada del brillo de la enorme chimenea que encendían en la sala durante las tardes lluviosas; nada de los fuegos de artificio y las luces de bengala; nada de nada: la casa está a oscuras a pesar de que no deben de ser siquiera las cinco —y al recorrer lentamente las salas, la cocina, las series interminables de cuartos de huéspedes, los baños enormes, los pisos y pisos de la biblioteca circular, espiral, que de niño me hacía pensar siempre en un caracol, pero que en realidad representaba a uno u otro dios de la mitología mexica —me cuesta creer que estoy volviendo a un lugar conocido, a una arquitectura familiar; los recuerdos se me escapan de las manos; y en cada mueble que debía detonar torrentes de imágenes y pasiones pasadas no descubro nada —o más bien si lo descubro, pero se trata de un recordar racional, consciente, voluntario: si me digo: “recuerda,” me escucho decir: en aquella silla, una vez, le hice el amor a una u otra chica de una u otra escuela católica —el nombre, como siempre, se escapa —pero es una cuestión meramente auditiva: no vuelve el rostro de la chica, el color de su pelo —ni tampoco la sensación de sus muslos, o el tono de su voz —recuerdo pero no recuerdo; como si con la luz hubieran huido de la casa todas las sensaciones pasadas, como si la casa hubiera muerto dos veces: la primera en el mundo real —la segunda en mi memoria —y entonces, en estas consideraciones, vagando sin rumbo, escucho una voz que me llama:

—¡Adriano!

desde abajo, desde las escaleras, y entonces me vuelvo, a pesar mío —porque lo cierto es que quisiera seguir buscando, con la esperanza ingenua de quizás encontrar un poco de luz en alguna parte y de ese modo sentir alguno mis recuerdos y recordar que es posible sentirse vivo, que no siempre fue así, que antes, si mi memoria no me falla, mi vida era un festín donde corrían todos los vinos —pero la voz me llama de nuevo:

—¡Adriano! ¿Dónde estas?

y así pues deshago mis pasos: escuchando la madera henchida de humedad y plagas gemir bajo mis pies; respirando un aire pesado, cargado de toda clase de esporas y mohos; sintiéndome otro —no estoy muy bien seguro quién, pero otro; uno que no sabe nada de lo que ha pasado en esta casa; o más bien uno que sabe muy bien, pero uno a quien no le importa —o tal vez uno a quién solía importarle, uno para quién lo que ocurría en esta casa era lo más importante del mundo: uno a quién dejó de importarle —y entonces descubro lo que ha pasado: me siento otro porque soy otro: yo, el de antes, ya no existe: ser, después de todo, es devenir —sucede que he cambiado —tal vez al mismo ritmo que la casa; tal vez del mismo modo —no se, no importa —y entonces al llegar al final del pasillo descubro que alguien por fin ha encendido una luz; y al bajar la larga escalera las veo, de pie en la sala principal, solemnes como en un velorio de cuerpo presente: madre e hija —las últimas habitantes de la casa; la mayor envejecida de forma prematura, buscando esconder con tinte rubio platino y maquillaje excesivo y pudoroso la momificación de su rostro, producto de la vergüenza y la humillación, de la muerte de su esposo y de mi hermano y de las esperanzas de redención; y la joven, la hija, sonriendo con tristeza desde el fondo de sus ojos verdes, con las mismas pecas, el mismo pelo castaño en trenza, el mismo suéter gris; pero en sus ojos hay un cansancio que antes no había, una cierta amargura sin nombre —y mientras desciendo la escalera me doy cuenta que la luz también ha muerto en ellas —nada queda del vértigo que la sola visión de la hija me provocaba, cada vez que se aparecía, sin avisar, como por casualidad, en la calle, desde lejos, acercándose, sonriendo, gritando mi nombre, con los infaltables guardaespaldas, luchando por seguirle el paso, los ojos fulgurantes de vagos terrores —nadad tampoco del desprecio instintivo que la madre me inspiraba, siempre vestida como para una premier, deprimida perpetuamente, jugando a la diva, a la víctima, a la señora feudal —nada, ya no queda nada —mi vida anterior ha sido aniquilada y aquí estoy, perdido y desconcertado, incapaz de orientarme, mirándolas, sin duda, con visible confusión ardiéndome en los ojos. . .


Sinceramente,

NMMP

A Stroll Down The Rotten Face of Europe (Las Ramblas)

An old man with a face like a sock
Smokes a long and smelly cigarette
He is looking at all the young pretty boys and girls go by
He is looking at their skinny-fancy clothes

A man from Pakistan throws
A useless toy
Twenty meters into the sky
And a little blonde boy screams and cries
His mother curses god in French
And his father buys the shiny toy

A man with hollow eyes
Puts his hand down his pants
And looks at all the young pretty boys and girls go by
Nobody notices those two hollow eyes
Yearning for a comfy sigh

A police man frowns upon a dirty man
Sitting in the sidewalk without a shirt
Feeding, with his bare dirty hands
Smoked salmon to his dirty slimy dog

A bus arrives
From it descend a clan of fifty tourists
They're all smiling and laughing outloud
Because everything is so funny
And they take pictures of each other
They're equipped with cameras and money

A collection of seven Italian schemers
Fool an obese Indian teen
In a game he can not win
Betting his biggest bill
All the young pretty boys and girls go by and laugh and stare
And keep on going by

In the Entrance of the metro
A young junky lights a rotten cigarrette
His face is dry
His hair is dry
His breath is dry
I imagine for him an industrial hometwon in Northern europe
An alcoholic father and a cookie mother

It is quite a strange thing
To hear the doves
To see them fly
And smell all that urine and beer
Everyday the trucks come by
They pour water all over the place
It is quite a strange thing

Sitting on a bench
A grumpy old Spanish couple
Wonders if anybody actually remembres the war

And all those young pretty boys and girls keep on going by.


Sinceramente,
SEMV

martes, 2 de noviembre de 2010

Tres aforismos: México, Estados Unidos, y el Horror del Capitalismo

Sobre la política Norteamericana — Aquí, la izquierda es el centrismo más pusilánime disfrazado de Gran Marcha hacía Adelante; la derecha, un fascismo diluido, disfrazado de Llanero Solitario.

Sobre la política Mexicana — Allí, la izquierda vive en 1968; la derecha católica, en 1923; la derecha "institucional", en 1910. Así pues, no es sorpresa que el país mismo sea anacronismo hecho geografía.

Sobre el horror del Capitalismo
—En los trenes del Metro North Railroad, que van de New Haven a Grand Central Station, es posible leer lo siguientes eslóganes publicitarios:

—Disconnect, and stay connected.
—Be more.
—Information is good; control is better.

Cualquiera que sea capaz de leer semejantes líneas sin horrorizarse es sin duda un idiota, un cínico, o un ángel —si no es que las tres a un tiempo, esto por virtud de alguna paradoja postmoderna reminiscente de la santísima trinidad.


Sinceramente,

NMMP

lunes, 1 de noviembre de 2010

Sobre la Misantropía

Ya que andamos de aforismos, ahí va uno del Maestro que describe a la perfección la personalidad de los Indecidibles:

Misanthropy and love —One speaks of being sick of people only when one can no longer digest them and yet still has one’s stomach full of them. Misanthropy is the result of an all-too-greedy love of man and “cannibalism”—but who told you to swallow men like oysters, my Prince Hamlet?

Nietzsche, The Gay Science: III, 167

Sinceramente,

NMMP


El Gorila

La casa es muy grande. Tiene tres pisos, un jardín y un estacionamiento donde está guardada la colección de autos viejos del dueño. Son las dos de la mañana y no se puede escuchar nada en el fraccionamiento de mansiones iguales.

En la recamara principal está el dueño de la casa viendo la tele. Trae puestos unos calzones blancos y apretados y una camisa de botones azul cielo abierta. En el mueble a su lado hay un vaso con dos hielos y una botella de whiskey. En la televisión hay un juego de golf.

Su mujer está en la casa del lago con dos amigas. Pasan las horas tomando el sol, fumando cigarros y hablando mal del dueño de la casa.

Tienen dos hijos. El mas grande tiene veintiuno y el menor dos años menos. Los dos son guapos y fuertes, conducen coches deportivos y quieren ser abogados, como su papa.

El menor está en casa de un amigo tomando mezclas de tequila, ron y vodka. Está borracho y quiere besar a su amiga pero no ha podido por que su amiga también es su prima, pero el le dice que es prima lejana y que en esas fiestas todos son primos aunque sea de cariño.

El mayor está fornicando con su novia en el asiento trasero de un Porsche rojo del 54 estacionado en la ultima fila de la colección que su papa tiene guardada en el gigantesco estacionamiento de su casa. Su novia está en el ultimo año de bachillerato en un escuela religiosa. De lunes a viernes se pone un vestido de uniforme y trata con monjas. Tiene los ojos verdes y el pelo güero. Está sentada sobre él, tiene la cara echada para atrás con los ojos cerrados. El la penetra mientras le chupa los pezones. Una luz los ilumina, voltean y ven al guardia de seguridad que habiendo escuchado ruidos fue a ver lo que pasaba, rápidamente apaga la linterna, se disculpa y se empieza a alejar por el pasillo que hay entre los coches. Es un hombre bajito de 55 años. El hijo se pone rápidamente los pantalones y sale del coche. Esta furioso sin saber pensar muy bien por que, siente que violaron a su novia, que la ensuciaron por que la vieron cojiendo.

- ¡No te vayas!
- Perdón Joven, no sabía quién estaba ahí
- Nos estabas espiando pervertido de mierda.

El hijo alcanza al guardia y lo golpea en la cara. El guardia cae al piso. El hijo lo levanta y lo azota contra el cofre de otro Porsche, este del 66, y le propina cuatro golpes mas. Se detiene cuando nota la nariz rota y la sangre escurriéndose por la pintura amarilla del automóvil.

El joven corre por las escaleras al cuarto de su padre que se está tomando otro whiskey.

- ¡Papá! Me estaba cogiendo a Macarena en el estacionamiento e Hipólito nos estaba espiando y le partí la madre y está allá abajo sangrando.
- ¿Te estaba espiando?

El dueño de la casa baja corriendo hacia el estacionamiento sin soltar el whiskey, su hijo los sigue asustado. Hipólito está sentado en su caseta tomándose la nariz con la mano derecha. Su falso uniforme de guardia de seguridad está totalmente manchado de sangre. El dueño de la casa entra a la caseta y cierra el puño y le golpea la cara. Hipólito cae inconsciente al suelo. El dueño de la casa lo patea hasta que su hijo lo tranquiliza.

Sinceramente,
SEMV

Bienvenida Aforística

Para romper el hielo virtual, presentamos aquí dos de nuestros más grandes aforismos —frutos de incontables horas de trabajo en los polvorientos caminos de Galicia:
  • Sobre la teoría de la Relatividad — El esfuerzo físico y la sensación de viaje lento me ponen en contacto histórico con mi especie.
  • Sobre la separación entre la ficción y la vida —La madurez se manifiesta en la decisiones: el amor-como-persecución (love as pursuit) es inmaduro.
Sinceramente,
SEMV y NMMP