C.P CAVAFY
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El protagonista titular de Tarzan of the Apes y el narrador de Los Pasos Perdidos comparten una dolencia: se sienten incómodos en su circunstancia. Aunque los particulares de dicha incomodidad difieren, la estructura de la dolencia es la misma: existe una discrepancia entre los orígenes del protagonista y su condición actual; el protagonista siente que “no pertenece” en el lugar y tiempo donde se encuentra. El motor conflictivo de ambas narrativas se forma cuando los personajes toman conciencia de esta incomodidad y deciden hacer algo para remediarla. Así, tanto Tarzan como el narrador de Los Pasos Perdidos —a quien en este ensayo se llamará, por comodidad, “el Musicólogo”— emprenden un “viaje a la semilla” en busca de sus orígenes, haciendo un intento con esta travesía de encontrar una circunstancia que les sea más propicia, un lugar y tiempo al que “sí pertenecen.” Sin embargo, el éxito de estos viajes depende de la viabilidad de realizar una travesía “simultanément dans l’espace [et] dans le temps.” (Lévi-Strauss, p.79) Dado que este “viaje-a-través-del-tiempo” resulta imposible, los protagonistas de ambas novelas terminan sus aventuras profundamente decepcionados, habiendo descubierto que no importa a dónde vayan: su dolencia los seguirá hasta el final de la tierra.
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Pese a que los viajes emprendidos por Tarzan y el Musicólogo cumplen la misma función, —la búsqueda de una “tierra prometida” donde los personajes se sentirán finalmente “en casa”— estos viajes ocurren en direcciones opuestas. Esta oposición se ve evidenciada por el uso que ambos personajes hacen de la ropa. Tarzan, que estaba desnudo, busca cubrirse; el Musicólogo, cansado de la opresión de las ropas, busca volver a la desnudez. Lo primero que Tarzan hace al llegar al puerto colonial de dónde espera zarpar a Paris es conseguirse un traje, de modo que “none might know that two short months before, this handsome Frenchman in immaculate white ducks . . . had been swinging naked through primeval forests to pounce upon some unwary victim.” (p.209) Pareciera que Tarzan está ansioso por abandonar el Estado de Naturaleza; y es incluso posible leer el episodio en el que el Rey de los Simios instruye a su tribu sobre como deben derrocar a cualquier jefe que se vuelva injusto —“If you have a chief who is cruel . . . let three or four of you attack him together . . . then no chief will dare to be other than he should be.” (p. 140)— como una alegoría de la fundación del Contrato Social.
Al contrario, el Musicólogo celebra la oportunidad de desvestirse para bañarse junto con Rosario en un estanque: “nos bañamos desnudos, los de la Pareja . . . asombrados de que sea tan grato sentir la brisa y la luz en partes del cuerpo que la gente de allá muere sin haber expuesto alguna vez al aire libre.” (p.221) Así, el Musicólogo expresa su deseo de volver al Jardín del Edén, dónde el primer hombre y la primera mujer no conocían el pudor. Queda entonces claro que el viaje de Tarzan es hacía adelante, avanzando del pasado hacia el futuro; y que, por el contrario, la travesía del Musicólogo transcurre hacía atrás, retrocediendo del futuro hacia el pasado. Ambos recorridos, sin embargo, constituyen un intento de volver al origen: el verdadero nombre de Tarzan es Lord Greystoke, (p.32) mientras que el Musicólogo llama al español “el idioma de mi infancia.” (p.12)
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La posición temporal del origen mítico de los personajes determina la estructura de sus viajes. Así, el hecho de que el origen de Tarzan se encuentre en “el futuro” demanda que el viaje del Rey de los Simios siga una estructura teleológica y progresiva. De allí que la travesía de Tarzan siga las líneas de la evolución darwiniana, avanzando de una sociedad de prehomínidos a “the height of civilization.” (p.228) Así, del “eslabón perdido” representado por la tribu de Kerchak, Tarzan avanza a la aldea de los nativos negros[1]: “In the distance were several buildings surrounded by a strong palisade. Between them and the enclosure stretched a cultivated filed in which a number of Negroes were working. […] Thus came Tarzan of the Apes to the first outpost of civilization.”(pp.209-210) De allí, el Rey de los Simios llega a una pequeña ciudad colonial, donde comprar sus elegantes ropas: “Another month brought them to a little group of buildings at the mouth of a wide river, and there Tarzan saw many boats and was filled with the old timidity of the wild thing by the sight of many men.” (p.211) Después, Tarzan viaja a la metrópolis, donde D’Arnot espera legitimar la identidad del Hombre-Simio como heredero legal de Lord Clayton: “Three weeks later Tarzan and D’Arnot were passengers on board a French steamer bound for Lyons, and after a few days in that city D’Arnot took Tarzan to Paris.” (p.216) Finalmente, en un detalle que traiciona la adhesión poco sorpréndete de Burroughs al excepcionalismo americano tan en boga en su época, Tarzan llega a Baltimore, en los Estados Unidos. Puesto que Tarzan es una especie de “super-hombre,” necesita recorrer todo el camino de la evolución de la especie para encontrar su lugar en el mundo, en la sociedad más avanzada que existe.
Por otro lado, el hecho de que el origen del Musicólogo se encuentra “en el pasado” requiere que el viaje de este tenga una estructura regresiva. Es por esto que la travesía del protagonista de Los Pasos Perdidos se ve informada por la filosofía de la historia de Spengler y otros, así como por el proyecto de las ciencias sociales; en particular la antropología. El Musicólogo se siente incómodo en la modernidad, considerándola decadente y fallida. Esta consideración es evidenciada por el relato que hace de su experiencia de la Segunda Guerra Mundial, donde escucha a una tropa de prisioneros de guerra Nazis cantar el coro final de la Novena Sinfonía (p. 106-108).
De allí que el viaje del Musicólogo deba entenderse, en un eco de Lévi-Strauss, como un intento de buscar el “mínimo denominador” de las sociedades humanas. Así, la odisea del protagonista de Los Pasos Perdidos comienza en una gran ciudad norteamericana, tal vez Nueva York, donde un epígrafe bíblico apunta, “[los] cielos que están sobre tu cabeza serán de metal; y la tierra que está bajo de ti, de hierro.” (p.5) De allí, el compositor vuela a “aquella capital dispersa, sin estilo, anárquica en su topografía,” (p. 41) donde presencia una típica revolución latinoamericana. Más adelante, el Musicólogo tomará uno de “los autobuses que conducían al puerto desde el cual había modo de alcanzar, por río, la gran Selva del Sur.” (p.84) En el camino, pasa por “un pueblo, puesto sobre una pequeña meseta redonda, rodeada de torrentes, que me pareció de un sorprendente empaque castellano.” (p. 89) Tras abordar una barcaza reminiscente de la fletada para rescatar al Agente Kurtz en Heart of Darkness, el narrador pasará sucesivamente por las Tierras del Caballo, donde “parecía que el hombre fuera más hombre” (p.127); las Tierras del Perro, en las cuales “detrás de los últimos tejados, se erigían los primeros árboles de la selva aún distante” (p.153); y, finalmente, las Tierras del Ave, donde se alza la ciudad del Adelantado, polis en gestación (p.234) El Musicólogo parte en busca de una sociedad que aún no haya sido corrompida por las maldades de la modernidad, esperando encontrar una vida sencilla y pura, donde pueda sentirse “en casa.”
En todo caso, el paralelismo entre ambas travesías es claro: se va, en direcciones opuestas, de las grandes ciudades estadounidenses, símbolos de la modernidad absoluta, a las sociedades más primitivas. Tarzan y el Musicólogo transitan por capitales coloniales, puestos de avanzada de ejércitos conquistadores, y asentamientos recién establecidos por descubridores de nuevas tierras, recorriendo, al menos en apariencia, la historia de la humanidad.
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Sin embargo, el paralelismo más importante que existe entre las aventuras de Tarzan y las del Musicólogo de Los Pasos Perdidos es la desilusión con la que se encuentran al final del viaje. Estas desilusiones toman la misma forma: las mujeres con la que los protagonistas buscan reunirse, y que en muchos aspectos representan el motor más inmediato para las transformaciones intentadas, terminan por rechazarlos. Es en busca de Jane Porter que Tarzan ha emprendido su viaje: “Your savage, primeval man, [has] come out of the jungle to claim his mate.” (p.214) Sin embargo, Jane Porter decide negarse a aceptarlo: “You will be happier without me. You were never meant for the formal restrictions and conventionalities of society—civilization would become irksome to you, and in a little while you would long for the freedom of your old life—a life to which I am as totally unfitted as you to mine.” (p.217) Lo mismo le ocurre al narrador de Los Pasos Perdidos, quien hacia el final del libro reflexiona de la siguiente manera: “La verdad, la agobiadora verdad —lo comprendo yo ahora— es que la gente de estas lejanías nunca ha creído en mí. Fui un ser prestado. Rosario misma debe haberme visto como un Visitador, incapaz de permanecer indefinidamente en el Valle del Tiempo Detenido.” (p.308) Tanto Rosario como Jane Porter terminaran casándose con hombres de su mismo “tiempo”; la primera con Marcos, la segunda con el falso Lord Clayton. La carga simbólica de estos rechazos es clara: Tarzan y el Musicólogo son incompatibles con las sociedades a las que quieren incorporarse. Pese a su odio por la Novena Sinfonía, el narrador de Los Pasos Perdidos es irremediablemente un hombre moderno y occidental; mientras que Tarzan, por debajo de todos sus cambios superficiales, sigue siendo “a wild beast at heart.” (p.216)
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¿A qué se debe, entonces, esta imposibilidad de viajar en el tiempo? Dos hipótesis parecen plausibles. Por un lado, al contrario de lo que las narrativas darwinistas y antropologicas que informan respectivamente los viajes de Tarzan y del Musicólogo parecen implicar, no existe un equivalente temporal a los desplazamientos geográficos de estos viajes. El Musicólogo intuye esta posiblidad al reprochar la actitud del piloto de la avioneta que habrá de llevarlo de vuelta a la civilización, acusándolo de comportarse “como si lo de acá no fuese también el presente.” (p.261) De este modo, la propuesta de Lévi-Strauss resulta ilusoria: los trópicos existen en el mismo tiempo que la ciudad, y por lo mismo el viaje al origen, encuéntrese este en el pasado o en el futuro, es pura (des)ilusión.
Otra posibilidad es que la incomodidad de los personajes en sus circunstancias presentes no implica necesariamente que pertenezcan al origen. Aún si Tarzan es hijo de un lord inglés, y aún si el Musicólogo pasó su infancia en Latinoamérica, ambos han abrevado ampliamente de sus circunstancias actuales, de manera que ya tampoco están “en casa” en el origen —por ponerlo de otra manera, el origen ha dejado de ser original. Esto es lo que sugiere el último dialogo de Tarzan, cuando el Rey de los Simios reniega de la paternidad de Lord Clayton: “My mother was an Ape, and of course she couldn't tell me much about it. I never knew who my father was." (p.229) Así, la dolencia de Tarzan y del Musicólogo es mucho más profunda de lo que parece a primera vista: no se trata de una incomodidad contingente a una circunstancia en particular; los protagonistas de ambos libros no pertenecen a ningún lugar, están atrapados entre un origen al que no pueden volver y un presente en el que no se sienten cómodos.
Podemos concluir que el género de Tarzan of the Apes y Los Pasos Perdidos es profundamente pesimista: casi sin excepción, los “Libros de la Selva” terminan mal. El gran descubrimiento de Tarzan, el Musicólogo, Malone, Marlow y compañía es una terrible desilusión: es imposible volver al origen. Baudelaire lo ha dicho mejor que nadie: “Amer savoir, celui qu’on tire du voyage!” Los “Libros de la Selva” constituyen la versión moderna de uno de los relatos arquetípicos de la historia de la literatura: el nostos, o regreso a casa. Sin embargo, a diferencia de Odiseo, los héroes modernos —porque todos los héroes de los “Libros de la Selva,” incluso Tarzan, son héroes modernos— no pueden volver a casa, y están condenados a peregrinar eternamente, hasta que la muerte los lleve “au fond de l’Inconnu, pour trouver du nouveau!”
Sinceramente,
NMMP
[1] El racismo de Burroughs, así como su interpretación errónea de la teoría de la evolución son, además de evidentes, sin duda interesantes —pero no caben dentro de la temática de este ensayo.
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